agosto 8, 2017
Comienzo mis días con una ducha fría.
Hay dos maneras de hacer calor:
Con el cuerpo o con el alma.
El mundo está hecho de fluctuantes temperaturas.
Día Presente
Comienzo mis días con una ducha cálida.
De esas que refrescan el cuerpo dormido. La soñoliencia crea un frío mental que te tiesa el cuerpo, y para añadirle flexibilidad al ser, siempre es necesario el calor. El consumo de la caloría por el músculo es una consecuencia de un despertar más humano.
No lucho con un frío interior, lucho con uno exterior. Ese frío de la impotencia, de la indiferencia, de la apatía, de la crueldad. Lucho con esa significancia desubicada que siempre amenaza con arrebatarnos el enfoque a las cosas que realmente importan. Lucho con la impermeable certeza de aquellos que se vieron derrotados por el frío y ahora observan el mundo con un cuerpo rígido y una mirada cruel.
Muchos son desalmados por aquellos constructos sociales que confunden con realidad. Esa ideología que lo único que propaga es el frío, desesperanza, deshumanidad.
Categoría, la Racial, la Cutural, la Religiosa, la Valerosa. Estos constructos son los que nos llevan a pensar que los valores se pueden comprar con un contrato de 17 millones. Estos constructos que nos llevan a desestimar el dolor de un hermano porque no comparte tus ideales, tu nacionalidad, tu fe. La deshumanización de algún otro porque has decidido que tu certeza en el frío pesa más que el cuestionamiento de otro desde el calor.
En el calor, la materia es maleable, flexible, kinética, tiene espacio para cambio.
En el frío, el tejido se corrompe, se rompe, es estático, en el frío se le niega albergue a alguna pareja donde la mujer va a dar a luz y terminará forzada tener su hijo sobre una cama de paja en una posada, niño a quien, milenios más tarde se alaba como el Salvador. La historia de su nacimiento romantizada como muestra de su humildad, su calidez. Pero hay tantos que alabándosele como salvador a ese niño refugee que huía de la furia autoritaria del Rey Herodes, se destacan por su disonancia cognitiva de rechazar refugio, y bondad a quienes más lo necesitan.
El problema es que muchos piensan que hay quienes son merecedores de bondad, y otros que no. En el momento donde se destaca esa distincción, ahí es cuando sabemos que el frío está ganando.
La calidez es una decisión.
Tal cual la esperanza, la felicidad, el propósito.
El caos tiene todas las temperaturas.
Pero la bondad no.
La bondad solo tiene una temperatura: la cálida.