
Se me enrrojecen las manos
cuando brinco el escalon y no alcanzo.
Se me enrrojecen las manos
cuando las aprieto y no da abasto.
Me tiemblan las manos
de poco arte y mucho llanto.
El puño aprieta la letra
y se contraen mis manos,
aún cuando las quiero abiertas.
Se me enrrojecen las manos,
livianas de vapor de sangre
y falanges enroscados.
Quiero extender las manos
para relucir los capilares agotados.
Quiero que florezcan,
que expongan sus cayos.
que expongan sus cayos.
Cayos, cayos, menos cayos,
Son mas huellas.
Quiero ser orgullo de ellas,
aunque ebullicientes de pecado,
Se me enrrojecen las manos
y dejaran de temblar
solo si palidecen.
Tengo los dedos sonrojados.
Con puño palpitante.
Apretado.
Pero nunca propulsado.
De vez en cuando,
Se abraza de la pluma
Y derrama letra de sangre.
Mientras poco a poco
palidece la piel,
se liberan las manos
y en cambio,
el alma se enrojece.